Llegada a Entrañas

Aurea llega montada en su zancudo al lugar del orbe de translación y observa a su alrededor curiosa. Hacía poco que había pasado por allí, pero siempre que pisaba aquellas tierras sentía el mismo sentimiento de sobrecogimiento. Aquellas criaturas que tantas veces había visto en sus viajes no dejaban de impresionarla, desde la primera vez que había llegado en los brazos de su padre.
Su meta no era aquella ciudad, pero se encontraba tan cansada de los últimos viajes que decidió tomar un pequeño descanso, adentrándose en la pequeña posada de Entrañas, donde con un suspiro se dejó caer en un taburete lejano a la barra.

- Y ahora... comienza mi viaje.-

Tras preguntar por las bebidas y darse cuenta de que los nombres no le agradaba volvió a abandonar la posada con resignación.

De la misma forma que el Mago desapareció, volvió a aparecer al otro lado, cerca de los elevadores que llevaban hasta los fétidos túneles en los que habitaban los Renegados. Tras mirar a su alrededor durante a penas unos pocos segundos, Ragnar se encaminó hacia los elevadores, atravesando la sala de la tumba del Rey Terenas Menethil II y el vestíbulo en el que aún se encontraba el trono, polvoriento, pero intacto. Cuando Ragnar pasó cerca de la tumba se quedó mirándola unos instantes, casi con desprecio. Los Humanos debían mucho a la raza élfica, y los hecharon de la Alianza como si fuesen perros. Algo que no se le olvidaría nunca y que marcó las vidas de una raza al completo. Tras observar la tumba la pasó de largo y entró en uno de los dos elevadores que le llevarían bajo tierra, acercándole a la Dama Oscura.

Aurea camina por la ciudad no-muerta con paso lento, observando a las criaturas que caminan a su alrededor con cierto rostro de desagrado, el cual tiene que esconder bajo una capucha antes de tener algún problema en aquellas tierras, que le obligara a abandonar el lugar antes de tiempo.
Se ajustó con suavidad la capa y tanteó la espada que descansaba en su cinto, un regalo de un viejo amigo, de aquel que le había enseñado durante la última década el arte de la espada y la luz sagrada.
Se sentó con suavidad en una de las escaleras y suspiró. ¿Acaso no había vino élfico o algo de pan élfico? ¿Algo comestible?.
La joven bajó la mirada hacia el líquido verdoso que cubría el suelo del lugar y no pudo reprimir nuevamente una mueca de asco.
Se levantó aburrida y decidida a salir de aquellas "Entrañas" a tomar algo de aire, cruzando con paso lento el puente.

Ragnar salió del ascensor. Los Guardas que esperaban al otro lado no eran nada agradables. Abominaciones hechas de partes de varios cuerpos, cosidas y animadas mágicamente. Era un espectáculo baste dantesco, ya que les colgaban las tripas y demás, por ue estaban abiertas por la parte del estómago. No era la primera vez, pero siempre que veía a esas cosas tenía arcadas, así que intentó evadirlas lo más rápidamente posible adentrándose en la ciudad. Curiosamente, cuando cruzaba el puente para descender a los niveles inferiores de la ciudad, se cruzó de frente con la joven elfa a la que había visto el día anterior, y que estaba más perdida que un Kobold en un barco. Cuando la vió no pudo evitar esbozar una leve sonrisa y saludarla con la mano.

- Bal'a dash... <- (Saludos) Nuestros caminos convergen de nuevo.

Aurea, al verse ante el joven elfo que le saludaba se vió obligada a hacer una leve reverencia ante él, como le habían enseñado en sus largas horas de aprendizaje sobre el protocolo, recordaba a aquel muchacho, lo había visto en Lunargenta el día anterior y le había ofrecido cordialmente su ayuda. Pero ella se había visto obligada a renegar de ella ¿A caso se pensaba que era una señorita en apuros?

- Bal'a dash -

Murmuró con ese extraño accento élfico tan característico en ella y que tanta gracia parecía hacer al resto de elfos. Con cuidado se irgió nuevamente haciendo un leve movimiento con la mano para echarse un mechón de cabello rojizo rebelde hacia atrás.

- Así que vos otra vez. ¿Acaso me estais siguiendo? -

Aurea hizo un chasquido de disgusto con la lengua mientras se quitaba la capucha que cubría su cabeza con cuidado, dejando escapar una larga melena del mismo color que el mechón rebelde que se había atrevido segundos antes a caer juguetón sobre sus hombros.
Observó durante breves segundos al mago que tenía delante, de arriba a bajo, pensativa, pero la idea que se le pasó por la cabeza pareció querer quitarla con un suave movimiento de cabeza.
Puso los brazos en jarra y esperó la respuesta.

- Seguiros? Qué os lleva a pensar que yo os estoy siguiendo? Estoy aquí por que Lor'Themar Theron me encomendó traerle un comunicado a la Dama Oscura... Simplemente es una casualidad - esboza una leve sonrisa. Ocurre algo? - mirándose su ropa. En ese momento lo que le vino a la cabeza es que pudo haberse manchado mientras desayunaba, y no se dió cuenta.

Aurea alzó una ceja burlona, dando lentamente un paso hacia atrás.

- ¿Lor'Themar Theron? Claro... Claro... -

Aurea atrapó uno de esos mechones juguetones entre sus dedos con suavidad, observando las puntas perfectas, aún habiendo sido cortadas a corte de cuchillo. Y las dejó escapar con suavidad nuevamente.

- Y vos sois... -

La joven elfa movió con suavidad la mano, como quitándole importancia a la posible contestación que el mago pudiera darle. Realmente no le importaba mucho.

- Ragnar Firehand - le hace una leve reverencia - Mago autodidacta, viajero aférrimo, y sediento de conocimientos. Me dedico a viajar para aprender de las demás razas, además de para ver mundo. Solo estoy aquí por que me asignaron la tarea de traer la carta para la Dama Oscura antes de reanudar mi viaje. Me permitiréis el placer de conocer vuestro nombre?

La joven elfa se le quedó mirando a los ojos, pensativa. De pronto apartó la mirada con suavidad, arrastrándola por el suelo hasta volver a mantenerla alta.

- Mi nombre es Aurea Sunhand, hija de Alastor Sunhand el emisario del sol. -

Con una amplia sonrisa de autosuficiencia y superioridad parece hincharse de orgullo como un pavo, lleva las manos con cuidado hasta la espalda atrapándoselas, balanceándose con suavidad sobre su misma postura, cambiando el peso de una pierna a otro, haciendo ondear la capa de su espalda.
Un pequeño cuervo vuela por encima de sus cabezas con suavidad, haciendo que la mirada de la joven se desvíe durante apenas unos segundos, volviendo la atención nuevamente a Ragnar.

- Alastor Sunhand... El Emisario más rápido que ha habido en mucho tiempo en la Horda. Vos sois su hija? - le hace una reverencia de nuevo - Todo un placer... Y un honor. La reputación de vuestra familia os precede. La mía, sin embargo, creo que es mejor que no la conozcáis si no la conocéis ya - Hace un ademán para quitarle importancia al asunto.

Aurea parece no sorprenderse de que conozcas a su familia, es más esas palabras sonríe fríamente, con suficiencia. Deja de moverse para tomar una posición firme en el lugar.

- Realmente no conozco vuestro apellido -

La sonrisa fría de Aurea parece ampliarse aún más, endureciendo las facciones de su rostro.

- No tuve el placer de estar suficiente tiempo en tierras élficas como para conocer a todo el mundo. Apellidos notables... Ya sabeis-

Aurea se quita con suavidad el guante de su mano derecha para luego quitarse el de la mano izquierda y observar larga y tendidamente sus largas uñas.

- Bueno, no conocereis por aquí. ¿Algun lugar donde vendan vino élfico o pan élfico? Parece que estas... -

Mira a su alrededor a los no-muertos que caminan con pasos lentos y arrastrados por el suelo.

- ... criaturas no saben comer más que gusanos... -

- Lamentablemente dudo que en esta ciudad tengan mucha comida que os sea agradable... Aunque siempre hay algo comestible en la taberna. No quiero parecer atrevido o descarado, pero me gustaría invitaros a tomar algo. Me parecéis curiosa, si más no divertida. Por cierto, nunca hos han dicho que tenéis un acento extraño? - Hablando con rintintín, casi burlándose de ella.

Aurea encarnó una de sus finas cejas con molestia ante la burla del joven mago.

- Veo que vuestra cara de estúpido no se queda únicamente en una fachada exterior. -

La joven elfa se volteó casi con brusquedad, azotando el aire con sus cabellos, como si las palabras referidas a su acento hubieran sido cuchillos a su orgullo.

- Y sí que ha sonado descarada vuestra proposición, np soy el tipo de muchacha, que acepta unas copas de un cualquiera.-
Remarcó con fuerza la palabra "Cualquiera", seguramente si hubieras mantenido los ojos cerrados en ese momento, hubieras pensado que se trataba de una orca en vez de una elfa la que pronunciaba esa palabra. Los ojos verdosos de la joven centelleron molestos mientras comenzaba a caminar con pasos lentos. A los pocos dados, se detuvo nuevamente y miró a Ragnar, como si se tratara otra criatura más de aquellas que vivían en Entrañas y tanta repulsión llegaban a proferirle..

- No quiero entreteneros con ese mensaje tan... tan.. -

Sus labios se tuercen en una sonrisa burlona y fría.

- ...Importante -

Se volteó nuevamente, mirando impasible a su alrededor, buscando algún cartel que le indicara el camino de nuevo a la posada, con intención de descansar.

- Niñata engreída... - susurra para si. Está bien, entonces. Allá vos con vuestro orgullo. Pero tened cuidado, os puede pasar factura en el futuro. Siento no ser nadie lo suficientemente importante como para que aceptéis una copa de mi parte, y siento haberos molestado - Le hace una reverencia. A más ver... Si es que lo deseáis.

Dicho esto el Elfo de Sangre se dispuso a reanudar su descenso hacia la cámara dónde le esperaba la Dama Oscura. La verdad es que la altanería y el orgullo exhibidos por la joven le dieron ganas de bajarle los humos, pero ni siquiera la conocía. Trataba de ser amable, y como siempre, le despreciaban. A veces pensaba que tenía un mal de ojo que hacía que todo el mundo a su alrededor le despreciara. Aún así, decidió olvidar el asunto y proseguir su camino, ya que al fin y al cabo ya estaba acostumbrado y no la conocía de nada.

Aurea miró de reojo al joven Ragnar y con un suspiro resignado volvió a darse la vuelta.

- Está bien, está bien... podemos tomar una copa... pero solo una copa y solo porque todo lo que me han ofrecido en la taberna son gusanos y cosas similares. -

Esconde el rostro bajo su capucha.

Ragnar dejó de caminar para mirarla por encima del hombro, casi despreciándola, sin pronunciarse y menos aún inmutándose. Su gesto de amabilidad parece haberse esfumado, y sus ojos te miran con su característico fulgor verdoso.

- Qué os ha hecho cambiar de opinión? Pensaba que no era lo suficientemente bueno para vos... - Mientras se gira, mirándola de brazos cruzados y ladeando levemente la cabeza.

Aurea apartó la mirada molesta ante la mirada de desprecio del elfo. Chasqueando la lengua volvió a darse la vuelta llevándose la mano a la empuñadura de la espada, aferrándola con suavidad entre los dedos.

- Bueno, como si no hubiera dicho nada, Firehand.-

La palabra "Firehand" la dice de forma tosca, nuevamente como si de sus labios no saliera la dulce voz élfica.
Aurea atendió nuevamente a los carteles, odiaba que dentro de aquellas ciudades todo fuera tan dificil, en cambio siempre al aire libre la facilidad con la que se movía era extraordinaria. Como si el verdor de su alrededor la orientara una y otra vez.

- En ningún momento he retirado la proposición. Vais a venir o no? - Deja de cruzar los brazos, mirándola volviendo a cambiar la expresión de la cara, volviendo a ser la de siempre. - Prefiero compartir el vino.

Aurea se cubrió con suavidad, cubriéndose los brazos desnudos, le esperó apoyada en su pierna derecha.

- Y... ¿A que os dedicais? -

La joven pareció forzada a comenzar algún tipo de conversación. Su mirada vagó por varias jovenes no-muertas que pasaron por su lado arrastrando trozos de carne de su cuerpo, luego volvió la atención al joven mago.

- Creo que eso ya os lo dije... Soy Mago. Me dedico a viajar para aprender. Además me gusta ver los conflictos... Las guerras, las batallas, y esas cosas. Respecto a mi profesión, soy sastre. Hago ropa y bolsas de tela. Por eso nunca me falta ropa. ¡Ah! Y también soy encantador... Encanto armaduras, armas y objetos. Supongo que vos no tenéis trabajo... Con el renombre que tenéis no es necesario.

Mientras habla camina en dirección a la taberna de la ciudad.

Aurea parece sonreir leve al escuchar lo de encantador, parece que va a hacer algún comentario jocoso sobre el tema, pero prefiere mantener los labios cerrados mientras el joven mago habla.
Siguió pensativa a Ragnar, dudosa de referirle la verdad sobre su oficio, no todos los emisarios eran bien vistos en todos lados, e igualmente, aún se encontraba en un proceso similar a una prueba. Realmente nunca había necesitado ejercer ningún oficio, al lado de su padre había viajado por cientos de lugares, y allí donde iban eran recibidos con mesas repletas de abundante comida, lujosas habitaciones, baños de agua caliente y ropa limpia. Incluso en los lugares más desfavorecidos siempre los habían recibido con los brazos abiertos.
Desde la última marcha de Alastor, su padre, si que se había visto más necesitada, pero su maestro siempre cuidó de ella, hasta el día que decidió reclamar lo que por derecho le pertenecía.
Era cierto que durante sus viajes había aprendido ciertas artes y ciencias, la que más le gustaba siempre había sido la ingeniería, desde que de pequeña le habían regalado una pequeña cajita de música. Pero nunca había cobrado por sus creaciones, es más, la mayoría jamás llegaban a funcionar.

- Gracias al sol, jamás me ha faltado de nada.-

Murmuró con un aire de superioridad.

- En mis viajes siempre he sido bien recibida, y nunca he tenido necesidad de ejercer ningún oficio para sobrevivir, me valgo de mi espada y la gratitud de la gente. Me dedico a viajar desde la muerte de Alastor... mi padre.-

Pareció contraida con sus propias palabras, y perdió el ritmo con el que seguía al joven, como si el nombrar a su padre por su nombre hubiera sido una aberración que rápidamente había intentado lidiar. Como si se tratara de una mala costumbre que intentaba quitarse.
La joven apretó nuevamente el paso intentando colocarse al lado de Ragnar, al cual miró de reojo, realmente, era un elfo extraño y rebosaba un extraño aura que a ella le parecía atrayente y al mismo tiempo peligroso. Algo, que jamás aceptaría ante nadie.

Ragnar simplemente se dedicó a escucharla mientras seguían caminando.
Cuando llegaron a la puerta se puso a un lado, tendiendo un brazo en
señal de que pasara primero.

- Las damas primero. Por cierto... Por qué llamáis a viestro padre por su nombre?

Aurea observó el gesto de caballerosidad de Ragnar arqueando una ceja bajo la capucha. Avanzó con cuidado nuevamente al interior de la taberna que poco rato anterior había abandonado.

- No es algo que creo que os apetezca escuchar.-

La joven elfa se sentó con cuidado en una de las mohosas sillas, desatando la vaina de su espada y colocándola con cuidado sobre sus rodillas.

Ragnar también toma asiento y hace venir al tabernero. Pide una botella de Pinot Noir, y cuando el tabernero se marcha hablando a regañadientes devuelve la vista a la elfa.

- Me gusta escuchar historias, aunque si no queréis contármelo lo entenderé. No soy quien para preguntar sobre la vida personal de nadie. Si os sirve de consuelo, yo no conocí a mi padre... - Con un deje de tristeza.

- No es de un tema que quiera hablar con nadie -

Su voz era fría y tajante, intentando dar por terminada en ese punto la conversación, como si intentara esconder algo de su pasado que le resultara realmente vergonzoso.

- Siento deciros que no me es de consuelo. Mi maestro siempre dijo "Mal de muchos, consuelo de tontos"... Aunque...-

Se quedó en silencio durante unos segundos.

- Lo siento por lo de vuestro padre, yo perdí a mi madre cuando no era más que una niña...-

La joven atrapó su dedo en uno de sus largos mechones rojizos con suavidad, cosa que Ragnar la vió hacer en otras situaciones, como si tuviera esa manía o la tranquilizara.